SECRETOS DE LA MISTERIOSA BUENOS AIRES DE AYER.

Bienvenidos a Cucarachópolis

Estamos convencidos, luego de tantos años de recorrer e investigar a esta tan misteriosa y cosmopolita ciudad de Buenos Aires, de que aquel que diga que conoce todos sus secretos miente.

Si hablamos del presente, vuelta a vuelta una sorpresa nos espera a la vuelta de la esquina. Son tantos los rinconcitos porteños que esconden algo digno de verse, que sinceramente dudamos de que alguna vez podamos decir: ya no queda nada por descubrir.

Y esta circunstancia se multiplica por diez, por cien o por mil, si nos referimos a su pasado: damos por seguro que hay miles de historias, hoy olvidadas, que aguardan pacientemente que algún investigador las descubra y rescate del profundo abismo en el que el tiempo las ha sepultado.

Las revistas de época son una fuente inagotable de estas pequeñas y desconocidas historias. Y la mítica Caras y Caretas nos brindó una muy curiosa, que entremezcla a los transportes con un extraño asentamiento de emergencia ubicado en cercanías del Parque Saavedra.

El ingenio popular lo bautizó Cucarachópolis, pero a no prejuzgar: nada tienen que ver los repulsivos y tan odiados insectos en la génesis del nombre de este pequeño barrio. Le debemos su peculiar denominación a los tranvías, pues las viviendas de este barrio tan peculiar eran ni más ni menos que viejos coches tranviarios de tracción a sangre, conocidos en la jerga como cucarachas.

La nota data de 1907, fecha en la que la mayoría de estos vehículos ya habían sido retirados de servicio debido a que buena parte de la red tranviaria había sido electrificada. Sólo algunos fueron reciclados y continuaron su vida útil utilizados como coches acoplados para obreros.


He aquí una vista general de Cucarachópolis. Nótese que los coches estaban enteros: ni siquiera había sido retirado su truck por lo que, hipotéticamente, estaban en condiciones de rodar. (Foto: Revista Caras y Caretas).

Según la crónica, Cucarachópolis estaba situada en el extremo oeste de Parque Saavedra. Estimamos su ubicación, según la descripción brindada en la nota, en algún punto impreciso dentro del area delimitada por las actuales calles Melián, Ruiz Huidobro, Estomba y Manzanares. Para quienes conozcan la zona en la actualidad les costará creer, vistas las fotografías, el carácter campestre que presentaba el barrio un siglo atrás.

Cucarachópolis (a la que no cantaron los poetas, la que no resistió -¡qué había de resistir!- un sitio de cuarenta años, la que no dio a la patria ningún cadete, ni siquiera de tienda, según Caras y Caretas) estaba formada por dos tranvías unidos por un tinglado precario. Su población era de tres habitantes y su fundador fue un tal don Milán, que cobraba a sus moradores cinco pesos por mes de alquiler.


Momento en el que el periodista de Caras y Caretas se presenta a la familia, para realizarles el reportaje. Aún se aprecia, en el lateral del coche, el nombre de su antigua propietaria: Tramway Metropolitano. (Foto: Revista Caras y Caretas).

El subintendente de Belgrano (partido provincial que casi dos décadas antes había sido incorporado a la Capital Federal) procuró su desalojo, por las precarias condiciones de salubridad e higiene. No sabemos cuánto tiempo demoró el trámite de erradicación, pero el cronista tomó nota de la preocupación de los inquilinos ante la incertidumbre del futuro de su hogar tranviario.


La hora de las visitas: a la derecha aparece don Milán, el propietario, junto a la hija de los inquilinos y una vecina. (Foto: Revista Caras y Caretas).

No sabemos cuanto tiempo resistió el asedio de las autoridades antes de caer. Ni tampoco si esta historia se repitió en otro barrio, con otras cucarachas radiadas de servicio. Lo único cierto es que otra pequeña y extraña historia del pasado porteño ha sido rescatada del olvido.

Alejandro Scartaccini.

Abril - Mayo de 2004.

Fuente consultada: Revista Caras y Caretas número 455, del 22 de junio de 1907.

Agradezco a mis amigos y colegas investigadores Pedro Camilo Teisa y Osvaldo Abner el haberme facilitado este material histórico, rescatado durante una de sus frecuentes cacerías de historia en una de las tantas casas de compraventa de revistas usadas que suelen arrasar en busca de testimonios del ayer.



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